Una repentina calma chicha se ha adueñado de la comisaría de Vigàta. Con su sempiterna acumulación de papeleo reducida a la mitad, Salvo Montalbano puede dedicarse a la lectura de su adorado Simenon, mientras que el siempre industrioso Catarella se aplica con tesón a resolver crucigramas. Sin embargo, la deliciosa parsimonia pronto se verá interrumpida por uno de los casos más espeluznantes se hayan visto nunca en la zona. Todo empieza cuando los octogenarios hermanos Palmisano, conocidos por su exaltada obsesión religiosa, se fortifican en su casa del centro de Vigàta, desde donde disparan a diestro y siniestro contra cualquier pecador que se les ponga a tiro. En un momento de arrojo, Montalbano se introduce por una ventana y desarma a los ancianos, pero el panorama que se encuentra le hiela la sangre: un verdadero bosque de crucifijos de todos los tamaños y, sobre una cama, una muñeca hinchable, mutilada y desgastada, una escena testimonio de una profunda desolación. Intrigado por el hallazgo de una réplica idéntica, Montalbano se lleva la muñeca, sin sospechar que ha dado inicio a un juego de tintes macabros. Una sucesión de cartas anónimas lo invitan a participar en una búsqueda del tesoro, y a medida que Montalbano se involucra más en el extraño desafío, comprende que ha caído en la trampa de una mente profundamente perturbada, y que para salir del oscuro laberinto en el que se ha metido tendrá que llegar antes al centro del mismo.